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Prólogo El Abismo Helado

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En el interior del Palacio de Dragen, Tempus había dispuesto una sala adecuadamente preparada para las reuniones de los Líderes de las Villas. Dos filas de columnas cuidadosamente talladas sostenían el habitáculo. Varios retratos de los antiguos reyes de Dragen los observaban de cerca entre las níveas paredes. Y, tras la butaca de cada uno, un estandarte se erigía imponente con el símbolo de la Villa de cada Líder.

—¡No es justo! ¿¡Ahora resulta que tendremos que enviar a más personas porque Hale le ha beneficiado en su ascensión!? —gritó Maw visiblemente enfadada. De hecho, su cara se tornó rojiza a causa de la ira, haciendo que su belleza se viera eclipsada por su violenta reacción.

—¿Acaso no tiene escrúpulos, señor Lust? ¿Entiende que usted también tendrá que enviar a más personas de su Villa a las incursiones? ¿Tanto vale ese asiento para usted? —añadió Rog uniéndose a la reprimenda y haciendo un gran esfuerzo por no caer en el mismo malestar que su vecina.

—Entiendo su postura, pero la razón por la que propuse tal cosa va por otro sendero totalmente distinto. Verán, los recursos que puede proporcionar la Villa de la Cola son los más…

—¿¡Los más qué!? —Maw se levantó del asiento hecha una furia— ¡Sin el agua de mi pueblo, moriríamos de sed! ¡Sin el ganado y sin las pieles de la Villa del Fuego, moriríamos de hambre y frío! ¡Sin el personal sanitario formado en Villa Cuerno, moriríamos por cualquier enfermedad! Lust, no pretenda vendernos semejante asquerosa versión manchada con su egoísmo.

Ignis, tan estoica como siempre, se limitaba a observar la escena. Sabiendo de antemano lo que Lust quería explicarles, dirigió una mirada furtiva a sus dos compañeros con intención de que se sosegaran.

—Bueno —prosiguió con tono afable—, si me permite, quería explicarles el porqué de esta decisión. Como iba diciendo —Lust se peinó su fino bigote con la yema de los dedos—, pese a que sus tres Villas concentren la mayor parte del poder adquisitivo del Reino de Dragen, a nivel práctico, y especialmente en la situación actual que concierne al extremo invierno que estamos viviendo, la Villa de la Cola es nuestra única vía de escape si queremos minimizar la mayor cantidad de bajas posible a la par que se mantiene una producción constante que permita seguir viviendo al resto de habitantes de nuestras ciudades.

Flake y Wing, que ahora sí que se encontraban cómodos en aquella mesa y butacas de grandes dimensiones, asentían con la cabeza y apoyaban las palabras que Lust iba pronunciando.

—Es un hecho que el Batallón de Purgas contiene un grueso con experiencia cero y que van a ser carne de cañón. Me gustaría que fuera de otra manera, pero, lamentablemente, no podemos negarlo. Por ello, hemos de mantener en unos niveles óptimos la obtención de hierro de la mina de la Villa de la Cola y conservar la producción de los frutos de invierno, los cuales serán cruciales durante estos próximos meses que no nos darán tregua alguna. Así, al menos mantendremos a la mayoría de la población nutrida y abasteceremos adecuadamente a los guerreros que marchen en el grupo de incursión. El mero hecho de comer y de portar una armadura es lo único que nos separa de la muerte a día de hoy. Incluso más de la mitad de los animales de la Villa de Ignis morirán a causa del frío —aseveró dedicándole una mirada de advertencia—. No es una fuente de recursos adecuada en la actualidad. De hecho, la escasez de los mismos incluso encarecerá el precio y, así, solo la élite podría permitirse el lujo de vivir.

Tras unos segundos de completo silencio en los que todos trataban de sopesar lo que Lust había expuesto, Ignis tomó la palabra.

—Me quito el sombrero ante usted, señor Lust. Ha estudiado a conciencia la situación actual y futura y ha sabido escoger adecuadamente una estrategia acorde. Tiene razón en su planteamiento. —Maw y Rog abrieron los ojos como platos al ver a su homóloga darle la razón. Ya iban unas cuantas veces. Demasiadas. Más de las que debería, en su opinión—. Sin embargo, hemos de tener en consideración que solo a base de frutos de invierno no podemos sobrevivir. Necesitamos otras fuentes de nutrientes. Y, si mis ani-males no dan para todos los habitantes del reino, está claro que dependemos en gran medida del Batallón de Purgas. ¿Qué pasará si no consiguen sus objetivos? Y me refiero no solo a limpiar de bestias oscuras los alrededores, sino a hacerse con la carne de animales salvajes y sus pieles. Estaremos condenados por igual.

—Tiene toda la razón. —Asintió Lust—. Nuestra supervivencia a largo plazo pasa por los recursos de la Villa de la Cola y por el Batallón de Purgas. No les voy a mentir. Si las próximas incursiones tienen el mismo éxito que la anterior, no solo no conseguiremos más carne y pieles, sino que perderemos a todavía más cantidad de población con la previa inversión económica que habremos hecho en ellos. Debemos encontrar la forma de optimizar su actuación y…

—¡Y creo que tengo la solución!

Un hombre de cabello rubio corto, con una cicatriz que le atravesaba el ojo izquierdo, y con una gran cantidad de vendas por todas partes vistiendo su cuerpo, irrumpió en el lujoso habitáculo.

—¡Señor, ya le he dicho que no puede interrumpir la reunión! —le indicó uno de los guardias del Vuelo Real forcejeando con él.

Los ojos de Lust se abrieron de par en par y brillaron como el sol por unos instantes. Afortunadamente, reaccionó tan pronto como su taquicárdico corazón le permitió, ahogando todo lenguaje no verbal que le invitaba a lanzarse a sus brazos.

—No importa. Veamos qué tiene que decir el Capitán Haw.

—Gracias, señor Lust.

—Qué pronta recuperación, Capitán. Me asombra —dijo Flake estrechándole su gruesa mano.

—Digamos que tenemos un excelente equipo médico. Y, además —se sacó una flor Healies blanquecina del bolsillo—, contamos con esta maravilla.

—Capitán, nos alegramos muchísimo de su recuperación. No podíamos permitirnos el lujo de perder a alguien con sus capacidades —añadió Ignis—. Ahora bien, me tiene intrigada. ¿Cuál es su solución?

—Muchas gracias a todos. Pero no soy tan indispensable —dijo tomando asiento haciendo una pequeña mueca, pues aún estaba poco dolorido—. La Teniente Kappe y yo llevamos algún tiempo debatiendo una estrategia. Es muy dura y arriesgada, pero creo que podría funcionar. Verán, la mayoría de los ataques que recibimos durante las incursiones son ataques sorpresa. Esas bestias son realmente veloces y poderosas, y no siempre es posible anteponerse a sus ataques espontáneos. Por ello, la Teniente y yo decidimos crear la figura del «ranger», una persona del Batallón de Purgas que, preferiblemente, será veterana y que será nuestros ojos. Para ello, será enviada previamente al frente y se adelantará al grupo, tanteando el terreno y llamando la atención de las bestias lo mínimo posible. Obviamente, el grueso del grupo hace más ruido y tiene una mayor presencia, por lo que achacamos gran parte de los ataques a este hecho. De esta forma, y aunque suene un poco cruel, las posibles pérdidas ante un ataque sorpresa será de una persona versus diez, doce, veinte o el Batallón al completo. Es una medida diseñada para minimizar daños y que nos permitirá ganar efectividad y eficiencia.

—¿Y cómo piensan comunicarse a tanta distancia unos con otros en ese vasto campo helado? —preguntó Wing bastante interesada.

—Emplearemos distintas señales visuales por medio de nuestros poderes ígneos. Así, evitaremos cualquier tipo de medio sonoro que pudiese atraer a más de esas criaturas.

—Es una estrategia muy arriesgada. Dejar solos a varios veteranos para que tanteen el terreno… Podríamos perder a grandes soldados —apuntó Maw.

—No hay beneficio si no se arriesga, ¿no? Actualmente tenemos una climatología que promete arrasar con todos nosotros poco a poco si no la enfrentamos. Todo se reduce a plantarle cara o esperar nuestra lenta pero segura muerte… Creo que no tenemos opción. Como dijeron Ignis y Lust, nuestra supervivencia pasa por la Villa de la Cola y por el Batallón de Purgas. Además, esta táctica requiere de una preparación física y, especialmente, psicológica para no desertar. Dicho en otras palabras, necesitamos a los más veteranos. Si en las próximas incursiones perdemos a más de ellos, no podremos emplear esta estrategia por falta de efectivos capacitados. Si queremos usarla, ha de ser desde ya. Y, sinceramente, creo que funcionará —concluyó Haw esbozando una sonrisa heroica.

—Está bien, me parece un plan arriesgado pero que puede marcar el inicio de una nueva época de victorias —le apoyó Lust—. ¿Qué opinan ustedes?

—Supongo que no hay mucho más que perder que no se haya perdido ya… —escupió Maw encogiéndose de hombros.

—Puede ser un buen plan. Habrá que ver si este todo o nada nos trae la gloria o la devastación absoluta —añadió Rog con semblante serio.

—Creo que es un buen plan. Tengo una corazonada —dijo Flake sonriendo.

—Estoy de acuerdo, parece una buena estrategia —contestó Wing.

—Adelante. —Se sumó Hale.

—Tan solo esperemos que funcione —se limitó a decir Ignis con tono escéptico—. Recordad a qué nos enfrentamos.

—Estupendo. Si les parece bien, redactaremos un escrito donde se detallará el nuevo método de actuación del Batallón de Purgas y lo presentaremos ante el rey.